Un día me di cuenta de que la estaba ignorando demasiado, entonces le dije que sí, de una vez, a la luz que salía cada día.
Y no quiero seguir con un cuento que ya se contó muchas veces y marear las metáforas trilladas: de verdad le dije que sí, fui hasta la ventana. No, más lejos. Salí afuera de mi casa. Bueno, tampoco. Tuve que correr algunas cuadras. En realidad fui, les juro que fui, pero bastante más lejos, tuve que atravesar campos. Me hubiese hecho falta algún transporte más que mis piernas, de esos que andan rápido. Y uno de esos que flotan, porque tuve que cruzar el mar. Igual la luz me estaba esperando allí donde el mar terminaba, sin embargo, se ve que se ofendió porque siempre la ignoraba, porque cuando toque tierra no estaba allí. Seguí caminando, porque entre la corrida y el nado, estaba exhausto. Llegue a las tierras lejanas esas que llaman del sol naciente, yo creía que de ahí venía la luz. Quería decirle que sí. No estaba ahí, estaba más lejos, y yo bastante desalentado.
Seguí corriendo con lo que me quedaba de esfuerzo y caí exactamente en mi cama, entonces volví a soñar la rueda eterna. Desde entonces me levanto cada día y me acuesto noche corriendo, nadando, buscando a la luz para decirle que sí.
buena tensión en tu relato.
ResponderEliminary gira el círculo?
beso*