miércoles, 24 de noviembre de 2010

Acariciando reflejos ajenos

Sube en el tubo de mi espíritu la enseñanza fatal, que permaneció debajo durante tanto tiempo. Parece que el vínculo ha quedado abierto y entonces pueden escaparse ideas y pareceres de las profundas cavernas inexploradas.

Parece que la crisis causa algunas explosiones, aquí y allá, que desencadenan terrores dominantes y, entre pesadillas y cuchilladas, algunas desinhibiciones plausibles.

Es entonces el momento justo en el que el canal queda abierto gracias a que sus puertas son explotadas por minas de ansiedad, sobredosis de miedos al miedo.

La apertura permite la iluminación, y al ver luz, las ideas suben por ese conducto que mencione.

Mi físico es un espectador privilegiado, mi mente se convierte en su propio instrumento. Como cuando el aire sube para formar en notas cada parte de una melodía, así suben las proyecciones, que por métodos muy simples se convierten en palabras, y las palabras, ya maduras, avanzan en caminos que es imposible rastrear, pero que siguen cierto ritmo.

Una gradiente de pasajes insólitos que va de la incoherencia de algunos libros que pude encontrar en la biblioteca de Babel a algunas elucubraciones sorprendentes incluso para mí mismo explota y se categoriza rápidamente.

Encuentro como resultado, una serie de anaqueles clasificados caprichosamente que se me ofrece para hurgar y ponerle música.

Es recién entonces cuando las partes física y mental que antes mencionaba se comportan como un todo, y me invitan a bailar pensando. Trato, en un inconmensurable esfuerzo, de verme a mí por fuera de mí y evaluar mis negativas.

Al fin y al cabo en algún momento tendré que bailar y no tengo que dejar de pensar para hacerlo.



Un video ilustrativo

1 comentario:

  1. me gustó mucho...

    y por cierto, gradiente y anaqueles son dos palabras que me parecen hermosas, no sé por qué.

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