jueves, 25 de noviembre de 2010

Ánacron


Estoy parado en un país que desarrolla su historia en forma anacrónica, respondiendo a órdenes temporales arbitrarios. Las cosas que se alejan se ven más nítidas y uno madura en progresiones caprichosas.

He visto a los grandes hombres escribir en discordancia con las leyes que aquí rigen. Mis colegas literatos pretenden establecer un orden lógico heredado de alguna galaxia lejana, que proporcione al desarrollo un movimiento lineal y que refute las contemplaciones caóticas que se urden por estos lugares.

Mi escritor preferido -que es el más tibio-, enumera algunas virtudes de este sistema: La visión circular, la inoperancia de los climas, subsumidos a la caprichosidad del tiempo, que permite eternas sorpresas que salpican de originalidad nuestra existencia, el desdén por los relojes, la inexistencia de músicas.

Cada palabra que se escribe por aquí tiende a tomar vida, por eso escribo, aunque aquí, desde el exilio. Mis expectativas son escasas, pues la búsqueda se torna dificultosa con el anacronismo, uno no sabe para que lado del tiempo esperanzarse.

La geografía tiene algo de exótico, es cierto. Al este tenemos un planeta que crece constantemente, y al noroeste hay una isla semoviente que repta, y cada tanto deja el mar para establecerse en mi país.

En cuanto a nosotros, bueno, tenemos que lamentar la confusión que existe aquí, porque no hay una limitación denotada de la tierra y el cielo, lo cual hace que uno tropiece inexorablemente. Los pastos no se determinan a un solo color y el tema de la luz es complejo, ¿cómo explicarles? Es como si estuviésemos alumbrados por una red de círculos que proyectan tonalidades distintas. Acorde el día pasa (en un sentido que es imposible determinar) las cosas toman colores diferentes. Y no sólo eso, cada cosa cambia a cada momento. Las formas son aquí un accidente de algo mayor, que es determinado por los dioses que aquí imperan, que intentan dar mensajes y nunca se les entiende.

En las profundidades del mar hay cubículo en el que se guardan todos los escritos, para evitar las reacciones de las palabras que antes mencionaba. Lo cubículos son traslúcidos, pero sin embargo en su interior nada puede verse. Las palabras nacen para morir, pero entre tantos caprichos que tiene mi país, seguir escribiendo es una banalidad que no goza de la más mínima excentricidad.

Se oyen llegar trompetas atonales que simbolizan un código que yo puedo descifrar, pero que no podría explicarles.

Este mundo esta sucediendo mientras yo escribo, y no existe más que cuando ustedes leen.


2 comentarios:

  1. ser cuando se es leído...existir por la mirada de otros...
    no es fácil llegar al cielo, pensaría la Maga, dibujando una rayuela
    1/
    2/
    3/
    CIELO*

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