viernes, 17 de diciembre de 2010

Sombras y esperas

Me pregunto cual es la razón que hace que siga esperando que una sombra entre por la ventana. Una sombra como contraluz, digo, una luz opacada más propiamente.

Exijo, aunque no sin cierta calidez, a cada uno de mis pensamientos que deje la ansiedad a un costado y avance en caminos más fértiles para la creación.

No esperar a un dios incluye también no necesitar de la tajante aparición de una sombra. Sí solo cada una de mis neuronas pudiera transmitir esta idea en forma incorrupta, probablemente encontraría el aliento necesario para publicar una reflexión con la mente limpia, sin la presión constante del acecho de la espera.

La espera es lo que me mata. La expectativa me shockea, me hace temblar y dirigir mal los pasos. Me he convertido en una constante espera de la espera, que tiene la inexorable estructura circular que me condena.

La cuestión, como en toda estructura, es ver donde se sustenta, y en el caso particular de las estructuras circulares, donde se puede hacer el corte, hacer efectivo el detenimiento.

Seguiré buscando pistas de cómo hacerlo, mientras tanto, mi única esperanza sigue siendo la aparición de una sombra.

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